Como alcanzar el compromiso


 Los planes mejor llevados por los directivos pueden quedar en nada si los empleados no los respaldan. Chan Kim y Renee Mauborgne consideran que la clave es la justicia.

Renée Mauborgne es discípula
distinguida del Insead y profesora
adjunta de estrategia y
management en el Insead.

Chan Kim es profesor de la
cátedra Bruce D. Enderson del
Bostón Consulting Group en el
Insead.
Veinte años después de su creación, la Brítish Airways se había transformado a sí misma desde ser "sangrienta­mente horrible" a ser la "línea aérea favorita del mundo", con su estilo propio. Hacia 1997, la moral del empleado y el servi­cio al cliente habían conseguido el aplauso de todo el sector. Sin embargo, la estrategia perseguida por Robert Ayling, que se había convertido en consejero delegado en 1996, socavó la mo­ral del empleado, espoleó el descontento y puso en peligro el servicio. En los meses del verano de 1997, la tripulación de ca­bina abandonó el trabajo, provocando la cancelación de cientos de vuelos. Los conflictos laborales costaron cerca de 130 millo­nes de libras a la BA. 



¿Qué se había hecho mal?
Los directivos de la línea aérea violaron el proceso leal y jus­to al tomar y ejecutar las decisiones. En un momento en que los aviones iban llenos y los beneficios eran altos, los directivos to­maron por sorpresa a los empleados al anunciar un gran pro­grama de reducción de costes. No debatieron con los empleados su necesidad ni tampoco les comprometieron en el plan. No se les dio claros mensajes sobre lo que podían esperar. Con la fal­ta de compromiso, explicación y claridad -los pilares del pro­ceso justo-, los empleados se sintieron engañados, sintieron que se les había perdido el respeto y se consideraban vulnera­bles. Se sublevaron.


Nos hemos pasado los últimos diez años estudiando la relación entre el proceso justo y las posibilidades que tenían las empresas de hacer los cambios que necesitaban para transformarse. Durante ese tiempo, vimos un rasgo común. Con el proceso justo se pueden cumplir incluso las metas más penosas y difíciles, al tiempo que se gana la confianza y la cooperación de los empleados. Pero, cuando no hay un proceso justo, pueden llegar a ser difíciles de conseguir incluso aquellos resultados que los empleados pueden estar dispuestos a lograr.

La comunicación
Consideremos el caso de Burmah Castrol, empresa británica fabricante de lubri­cantes. Burmah Castrol diseñó un sistema innovador para los refrigerantes utili­zados en las industrias metalúrgicas. Tradicionalmente, los clientes tenían que elegir entre varios centenares de tipos de refrigerantes complejos. A causa de lo de­licado de la selección del refrigerante adecuado, había que comprobar los produc­tos en las máquinas antes de comprarlos (un trabajo que implicaba un considera­ble conocimiento experto, costes y dificultades logísticas, tanto para los clientes como para los vendedores).
Un sistema experto informático prometía eliminar todo esto. Mediante la inte­ligencia artificial, sintetizaba el conocimiento de los expertos de la empresa en la selección y comprobación de los refrigerantes. Los clientes se vieron muy favore­cidos, pues la tasa de fallos con el sistema experto cayó al 10 por ciento, desde el 50 por ciento, que era el promedio de la industria, y el tiempo que las máquinas tenían que estar paradas se redujo, la administración de los refrigerantes era más fácil y los costes se redujeron. Además, la empresa ganó también porque el proce­so de ventas se simplificó enormemente, lo que daba tiempo a los vendedores para atraer a nuevos clientes, al tiempo que se reducía el coste de cada venta.
A pesar de todo ello, Burmah Castrol tuvo que prescindir del sistema experto. Todos los maravillosos beneficios que ofrecía a los representantes del producto -que tenían una forma de evitar la parte molesta de su trabajo y emplear ésta en incrementar las ventas- se despreciaron. Y no porque el sistema experto no fuera estupendo, sino porque los mismos representantes se esforzaron en minar su cre­dibilidad ante los clientes.
¿Por qué? Al crear el sistema de inteligencia artificial, los directivos pensaban que hacían un favor a todo el mundo y no se preocuparon por implicar en el pro­ceso a sus representantes, explicándoles las razones que lo respaldaban o ponién­doles en claro qué era lo que se podía esperar de él. No hubo un proceso adecuado (juego limpio) a la hora de tomar y de ejecutar las decisiones.
Los representantes de ventas sospecharon de las intenciones de los directivos y vieron al sistema experto bajo una luz que los directivos ni siquiera habían soña­do. Se trataba de una amenaza directa a lo que los representantes consideraban su contribución más valiosa: la intervención en el proceso de prueba. Al sentirse amenazados, trabajaron contra el sistema y las ventas no despegaron. Las grandes ideas importan, pero, como han descubierto empresas como Burmah Castrol, también importa el juego limpio.
El juego limpio responde a una necesidad humana básica. Todo el mundo, sea cual sea su papel en una empresa, quiere que se le va­lore como ser humano y no como "personal" o como "recursos humanos". La gente quiere que se la respete. Quiere que sus ideas se tomen en serio y comprender las razones que hay de­trás de las decisiones. En términos teóricos:desean reconocimiento intelectual y emocional. El juego limpio tiene relación directa con este reconocimiento. La práctica del juego limpio demuestra, mediante la acción, que hay voluntad de confiar y cuidar al individuo, al igual que una confianza profunda en su conocimiento, talento y experiencia.
Cuando la gente se siente reconocida por su valía intelectual y emocional, de­muestra la voluntad de cooperar y darlo todo. Se siente inspirada para colaborar y compartir conocimiento activamente, procesos esenciales a la hora de conseguir un alto rendimiento. Sin embargo, cuando se viola el juego limpio, las empresas provo­can el ocultamiento de las ideas, y otros esfuerzos en contra, incluido el sabotaje.
Estos contra-efectos se conocen como justicia retributiva. Cuando la gente sien­te que se ha violado el reconocimiento intelectual y emocional ante la falta de jue­go limpio, busca reconducir la situación no sólo demandando el retorno del juego limpio, sino también imponiendo una penalización por un tratamiento injusto. Esto explica por qué, cuando falta el juego limpio, pueden fallar incluso las grandes ideas, como hemos visto en el caso de Burmah Castrol. Pero con el juego limpio se pueden conseguir incluso las metas más difíciles.

La auto-ayuda
Veamos el ejemplo de Siemens-Nixdorf Informationssysteme (SNI). Era el mayor proveedor europeo de tecnología de la información cuando se creó a principio de los años noventa, después de que Siemens adquiriese la Nixdorf Computer Company. Sin embargo, a mediados de los años noventa, SNI había reducido el personal de 52.000 a 35.000 personas. La ansiedad y el miedo se expandieron por la empresa.
Sin embargo, Gerhard Schulmeyer, nombrado nuevo consejero delegado en 1994, se ganó la confianza y la cooperación de los empleados en esta tumultuosa época. No lo consiguió haciendo grandes promesas que gustasen a los empleados, sino señalando los difíciles problemas, desde el punto de vista emocional, de la reestructuración.
Schulmeyer habló desde su nombramiento con tantas personas como pudo. En reuniones con más de 11.000 empleados, compartió su misión de comprometer a cada uno en dar la vuelta a la empresa. Pintó un cuadro terriblemente honesto de la si­tuación de SNI: la compañía estaba perdiendo dinero a pesar de los esfuerzos por recortar los costes. Había que hacer más recortes y cada negocio tenía que de­mostrar su viabilidad o ser eliminado. Schulmeyer estableció reglas claras pero duras para las tomas de decisiones. Ala gente no le gustaba lo que oía, pero entendió. Después pidió voluntarios para aportar nuevas ideas.
En el transcurso de tres meses, el grupo inicial de 30 voluntarios se vio incre­mentado por otros 75 ejecutivos y 300 empleados. El número total de ellos creció de 405 a 1.000, después a 3.000, más tarde a 9.000 y se reclutaron otros para ayudar a salvar la empresa. Se solicitaron ideas a los directivos y empleados respecto a las decisiones que les afectaban y todos entendieron cómo se debían tomar estas deci­siones. Las ideas se expusieron a ejecutivos dispuestos a asumirlas y financiarlas. Cuando los ejecutivos pensaban que una propuesta no merecía la pena, no trataban de ponerla en práctica. Y aunque se rechazaron entre el 20 y el 30 por ciento de las propuestas, los empleados pensaron que se estaba jugando limpio.
La gente contribuyó voluntariamente, la mayor parte después de las horas de tra­bajo, a menudo hasta medianoche. A pesar de contar con pérdidas acumuladas de 2.000 millones de marcos, la empresa operaba sin números rojos y la satisfacción del empleado se duplicó casi en poco más de dos años, a pesar de los cambios radi­cales y difíciles. Sin embargo, la intensa competencia acabó por obligar a Siemens a vender su unidad de computadoras personales a Acer, fabricante de computado­ras de bajo coste de Taiwan, en 1998, y a fundir las otras partes de SNI en Siemens.
Sin juego limpio, los directivos se encontrarán con que tienen que enfrentarse a una batalla larga y dura para institucionalizar cambios muy necesarios, o debe­rán dar marcha atrás cuando los empleados busquen apoyo público ante el fallo de los directivos en prestarles respeto emocional e intelectual.
Cuestiones clave
Para hacer que su empresa actúe con juego limpio, empiece por preguntar: ¿Im­plicamos a las personas en las decisiones que les afectan no sólo pidiéndoles opi­niones, sino permitiéndoles que refuten las ideas de otros? ¿Explicamos por qué se toman las decisiones y por qué se descartan las opiniones de la gente? Las perso­nas pueden aceptar las estrecheces si entienden su porqué. Finalmente, una vez que se ha tomado una decisión, ¿estableceremos claramente las nuevas reglas? A los empleados se les deberían notificar los estándares por los que se les va a juz­gar y las penalizaciones que se van a imponer si fracasan. ¿Cuáles son los objeti­vos y los hitos? ¿Quién es responsable de qué?
Las compañías que quieran transformarse tendrán que imbuirse de compromi­so intelectual y emocional con sus empleados. El juego limpio lo consigue.