¿Es la hora de las Marcas Sociales?


NOS ENCONTRAMOS ANTE UN MUNDO CONSUMIDOR: EL CONSUMIDOR RESPONSABLE. UN CONSUMIDOR CONSCIENTE CON SUS ACTOS DE COMPRA, SUS IMPLICANCIAS Y A LA VEZ, EXIGENTE Y DEMANDANTE CON LAS MARCAS QUE OPERAN EN SU ENTORNO.

Solidaridad, compromiso, cooperación, cambio climático, medio ambiente, responsabilidad social corporativa, desarrollo sostenible, consumo responsable; palabras y conceptos que están cobrando cada vez mayor sentido, significado y relevancia tanto en el mundo empresarial como en nuestras vidas.

¿Cuál es el rol que deben jugar las marcas ante esta nueva situación? Antes de contestar a esta pregunta, me gustaría analizar brevemente tres elementos claves que nos ayudaran a obtener una respuesta clara y coherente:

Las empresas y la RSC

Nadie duda del auge de la responsabilidad Social Corporativa en el mundo de las empresas. Estas empiezan a ser conscientes de sus impactos y del deber y de la obligación de usar su situación de privilegio y poder para desarrollar políticas, productos y servicios que sean socialmente responsables. Un firme compromiso que permite conciliar la generación de beneficio (la razón de ser de las empresas) con el bienestar de la sociedad y del planeta.


Por eso, cada vez son más las compañías que cuentan con políticas y estrategias de RSC integradas en su modelo de negocio y “forma de operar”. A pesar de ello, el actual conocimiento o grado de información que tiene el consumidor sobre estas políticas y estrategias es prácticamente nulo. Aquí entran las marcas, como símbolo de una compañía, como representante de esta, como nexo de unión con el consumidor y como herramienta para trasladar los valores de compromiso al consumidor.

Es el caso de TASA, empresa líder del sector pesquero, recibió de parte de la certificadora internacional, SGS, una acreditación por su excelente gestión en el manejo ecoeficiente de aguas industriales o efluentes pesqueros, convirtiéndola así en la primera empresa pesquera peruana en cumplir en forma anticipada la meta de los Límites Máximos Permisibles en efluentes del 2013 y los más exigentes del 201




La Cruz Roja, fundada en 1863, es pionera no sólo en su iniciativa de ayudar colectivamente a los seres humanos que sufren, sino también en el éxito que ha alcanzado su marca en paralelo al éxito de su empresa altruista. Tanto es así que, desde sus inicios hasta la actualidad, ha tenido que enfrentarse -como cualquier empresa de renombre internacional- a múltiples avatares de su marca, con el fin de preservarla, preservar lo que significa y, en este caso, preservar a los miembros de su organización que han debido jugarse la vida en infinidad de ocasiones con la única protección de su estandarte.


Desde este aspecto de la marca, es donde también ha sido pionera la Cruz Roja por su capacidad de desdoblarse en un momento de su historia ante la necesidad de dar salida airosa a un conflicto de identidad y hegemonía religiosa que venía y viene de lejos. Su símbolo fundacional se inspiró en el emblema de la nación donde la vio nacer, la cruz blanca sobre fondo rojo de Suiza. Desdoblar su identidad no sólo significó escindirse visual y verbalmente sino que puso de manifiesto el profundo arraigo emocional de los símbolos seculares. La cruz roja sobre fondo blanco fue adoptada oficialmente en el primer Convenio de Ginebra de 1864.




La media luna roja la introdujo el imperio otomano en 1876 durante la guerra con Rusia, y en el Convenio de Ginebra de 1929 obtuvo su reconocimiento junto con el león y el sol rojos de Persia. Esta solución salomónica funcionó bien durante mucho tiempo, pero en los últimos decenios han surgido nuevas interpretaciones como consecuencia de algunos conflictos armados que han vuelto a dotar a los símbolos de la organización de un significado y sentido religioso literal en lugar de la naturaleza neutral que los inspira, pues esta es, por ejemplo, la situación actual en Israel que utiliza una estrella roja de David.
Marcas Sociales y Marcas Empresariales, dos caras de la misma moneda de cambio que circula por nuestro mundo cada vez más global, pero también cada vez más responsable.

El consumidor responsable

Estamos asistiendo, quizás más lentamente de lo deseado, a la creación de una nueva conciencia social y a un cambio histórico de valores. El ciudadano de hoy está más sensibilizado que nunca sobre los temas sociales y medioambientales, y ve claramente la necesidad de desarrollar un modelo sostenible y solidario por el bien de todos. Un modelo que se traslada también a su comportamiento. Es decir, el ciudadano, como consumidor que es, está trasladando este cambio de valores a sus pautas y comportamientos de consumo.

Nos encontramos ante un nuevo consumidor: el consumidor responsable. Un consumidor consciente con sus actos de compra, sus implicancias y, a la vez, exigente y demandante con las marcas que operan en su entorno. Este consumidor responsable actúa guiado por estos nuevos valores y creencias, y este aspecto no debe escaparse a los profesionales del marketing a la hora de seguir conectado y satisfaciendo las necesidades de sus consumidores.

Un nuevo marketing

Como he comentado antes, el marketing se fundamenta en “la satisfacción de las necesidades de las personas”. Como personas que somos, nuestras necesidades evolucionan y en consecuencia la forma de enfocar el marketing también. En un más que breve repaso de la historia del marketing, podríamos distinguir una primera fase, centrada en solucionar las necesidades funcionales del consumidor desde un claro enfoque marketiniano de producto: alimentarse, refrescarse, desplazarse, etc.




Evolucionando después hacia una segunda fase más enfocada en esas necesidades expresivas y emocionales de primer grado del consumidor, que nos llevó al desarrollo del actual marketing emocional: formar parte de agradar a los demás, seducir, crecer, sentirse bien. Pero-como bien comenta Kotler en su libro 3.0 (de obligada lectura) - toda evolución en el marketing nace de un cambio social importante y relevante. Y ahora nos encontramos ante uno de ellos.




Se ponen de manifiesto una necesidad y obligación de generar nuevas estrategias de marketing que creen conexiones más potentes, elevadas y duraderas con el consumidor, basadas en sus nuevas necesidades y expectativas: compromiso, solidaridad, sostenibilidad, autorrealización, altruismo. Conexiones que permitan llegar no solo a la mente y al corazón, sino también al alma y espíritu del consumidor.

Tenemos que aprender ¡hay que recorrer todo el camino nuevamente!


Ante esta situación, y recordando la pregunta que me ha llevado a desgranar estos tres puntos, ¿Cuál es el rol que deben jugar las marcas en este nuevo panorama? Las marcas deben tener un papel y protagonismo total en este nuevo entorno social, tanto desde su dimensión como símbolo y representante de las compañías, como generador de nexos de unión entre compañías y consumidor y como facilitador a la hora de cubrir y responder a las nuevas necesidades y expectativas de este nuevo consumidor. Son las marcas las que deben facilitar este encuentro entre valores, comportamiento, deseos y expectativas del consumidor y el compromiso social y/o medioambiental de las empresas.
Estamos hablando de la necesidad de creación y desarrollo de las GoodBrands o marcas sociales: marcas capaces de adquirir un compromiso con una causa social o medioambiental.

Marcas que adoptan, asimilan e interiorizan dicho compromiso de forma coherente, consistente y lo integran en su ADN y razón de ser. Marcas que no solo saben transmitir este compromiso a la sociedad, sino que son capaces de involucrarla. Marcas capaces de llegar a la mente, al corazón y espíritu y alma del consumidor.
En conclusión, marcas socialmente responsable, que adquieren un claro componente y compromiso social y/o medioambiental y que son capaces de generar cambio social positivo. Así, si me preguntan si ha llegado la hora de las marcas sociales, personalmente les contestaría con un rotundo ¡Sí! Las marcas deben, pueden y han de ser socialmente responsables. Y este es el momento.